Seminario sobre internet y la enseñanza de la Historia

Óscar Álvarez fue invitado a impartir el seminario (No) apaguen sus móviles. Reflexiones sobre el impacto que tendrá ya tiene la tecnología en la enseñanza de la Historia el día 9 de enero de 2018, dentro de las actividades el doctorado en América Latina y la Unión Europea en el contexto internacional de la Universidad de Alcalá de Henares.

 

Más allá de los juicios prospectivos expresados en formularios y memorandos sobre la renovación didáctica de las aulas universitarias surgidos por doquier en el contexto de la implantación -en el particular contexto de la universidad española- del sistema de Bolonia, creemos que en gran medida se han subestimado -o, al menos, no se han tomado en consideración en su justa medida- las transformaciones que ha experimentado la sociedad en conjunto por causa de la renovación tecnológica en el campo de la comunicación y acceso a la información. El entorno en el que los actuales alumnos realizan su experiencia de aprendizaje es, en este punto, radicalmente diferente al que podían manejar los mismos alumnos apenas dos décadas atrás. Si tomamos como punto de comparación, por ejemplo, la descripción y consejos que Umberto Eco presentaba en su conocido manual “Cómo se hace una tesis”, observaremos hasta qué punto la ubicuidad de internet, unido a la popularización de la posesión de herramientas informáticas y -junto a ello- el aumento exponencial en la capacidad de gestión de información de esas mismas herramientas -según lo establecido por la conocida “ley de Moore”-, ha permitido romper muchas de las barreras que atenazaban, y por lo tanto dificultaban, la difusión del conocimiento.

Frente a esta situación evidente, que ha modificado sin duda de forma radical las pautas y prácticas investigadoras de los profesores universitarios, nos encontramos con la imagen, notablemente generalizada aunque no por ello menos paradójica, de una falta de adaptación de las pautas y prácticas docentes en este mismo sentido. Quizá por desconocimiento, acaso por miedo, o más problablemente por simple postura acomodaticia, los profesores se siguen nos seguimos resistiendo a modificar nuestras seculares tradiciones, que van más allá de la simple preferencia por unas prácticas docentes determinadas, y que a mi entender inciden sobre todo en la misma concepción del papel y las relaciones que deben establecerse en el aula entre el profesor y los alumnos. De este modo, frente a la pérdida del monopolio de acceso a la información, del que disfrutaba el profesor en los tiempos en los que las bibliotecas eran lugares cerrados y lejanos de la experiencia -y las posibilidades- de alumnado, la reacción más habitual entre el profesorado es el establecimiento de diques y cortapisas a la misma realidad. Pero, como dice el refrán, no se pueden poner diques al mar ni puertas al campo: la revolución tecnológica -como otras tantas a lo largo de la historia, comenzando por la misma invención del libro, o la aparición de la imprenta- ha venido para quedarse. El profesor universitario, en este punto, deberá adaptarse a la situación: volviendo de nuevo Umberto Eco, ya no es tiempo de debatirse entre ser apocalípticos o integrados, sino de analizar y tomar en consideración las posibilidades y problemas que los cambios nos han traído.